miércoles, 23 de marzo de 2011

DUARTE, PADRE DE LA PATRIA



Por Alfonso Torres Ulloa

La proclamación de Juan Pablo Duarte como Padre de la Patria si bien es cierto que la formaliza Ulises Heureaux, junto a Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella, en un momento de forcejeo en la primacía patricia por parte de familiares de Sánchez, partidarios de Mella y el peso del nombre de Juan Pablo Duarte. Ulises Heureaux resolvió la cuestión de un plumazo, con un decreto.

Este ha sido un tema discutido por más de cien años, quedando claro que hay una supremacía en la figura de Juan Pablo Duarte, por lo que se asume en la cotidianidad a Duarte como el Padre de la Patria. Es un tema que no he querido abordar porque eso no contribuye a la labor que realizo de difundir el pensamiento del patricio en aras de articular una corriente política nacional empeñada en restaurar la patria o fundar una nueva democracia participativa y fortalecer los valores y sentimientos patrios.

El paso del tiempo ha abonado la figura de Duarte, como debe ser, por encima de todo y de ambos, pues su labor en aras de la creación de la República no admite discusión y desde el mismo momento de la proclamación de ella el nombre de Juan Pablo Duarte suena y resuena como Padre de la Patria.

Tan pronto es proclamada la Independencia de la República, la Junta Central Gubernativa ordena ir a recoger a Juan Pablo Duarte en el Buque Eleonora, comisionando para ello al Coronel Juan Nepomuceno Ravelo Reyes, mediante carta fechada el dos de marzo del año 1844, la que textualmente dice: Dios, Patria y Libertad, República Dominicana, La Junta Central Gubernativa de la República, A nuestros compatriotas Juan Pablo Duarte, Pedro Pina y Juan Isidro Pérez, Santo Domingo, Marzo 2 de 1844 y 1ro. de la Patria. Compañeros: el 27 de febrero último llevamos al cabo nuestros proyectos. Triunfó la causa de nuestra Separación, con la capitulación Desgrotte, con todo su Distrito. Azua y Santiago deben a esta hora haberse pronunciado. El amigo Ravelo, portador de la presente, les dará amplios detalles de lo sucedido, y les informará de lo necesario que es el armamento y los pertrechos, embarcándolo y que sean tan pronto como sea posible, para tener el honor y el imponderable gusto de abrazarnos…”.

El Buque Eleonora lo recoge el día 6 de marzo, saliendo de Curacao (Curazao) dos días después, con los armamentos y los pertrechos que pudieron conseguir; llegan a Santo Domingo el 14 de marzo a las doce de la noche, pero no pudieron desembarcar, pues la Junta Central Gubernativa quiso recibirlo con los honores correspondientes; al amanecer del día 15, a las siete de la mañana, una comisión de la Junta con las tropas, el Sr. Arzobispo Tomás de Portes, entre otros, bajaron al muelle a recibirlos; al bajar Duarte a tierra, el Arzobispo es el primero en abrazarlo diciéndole “Salve al padre de la patria”, al poner los pies en tierra el cañón de la Fortaleza lo saludaba con los tiros de ordenanza. Al llegar a la Plaza de Armas el pueblo y el Ejército le proclaman General en Jefe de los Ejércitos de la República.

Es en ese momento, con apenas 31 años de edad, cuando Duarte es proclamado por primera vez Padre de la Patria. Y sin embargo eso no lo envanece, al contrario su humildad crece.

Los apóstoles están por encima de la vanidad material y del poder, marcan sus pasos fuera de la temporalidad. Son seres escasamente comprendidos en su tiempo; el ser humano está hecho de la ambición desmedida y cuando aparece un ser extraordinario cada cien años en la vida de un pueblo que no presenta esas características “normales” de la ambición por la riqueza y el poder es visto como un ser raro y atípico.

Cuando el Padre de la Patria es expulsado de la nación por traidor y ambicioso entró definitivamente al paraíso de la inmortalidad y consagró su apostolado, de ahí que cuando en el año de 1848 el Presidente Jiménez declara la amnistía a favor de los trinitarios para que retornen a la patria, todos regresan, menos Duarte.

Juan Pablo era consciente del momento que vivía la nación; el no había vivido para acaudillarla, sino para servirla. Tuvo claro que si retornaba el pueblo se dividiría en dos bandos, lo que sería fatal para la pervivencia de la República, la que todavía era acechada por Haití para ocuparla de nuevo. Y se requería de la unidad interna para resistir futuras incursiones militares de Haití, lo que ciertamente ocurrió.

Duarte fue tan previsor que los que retornaron se dividieron y los que siguieron leales al patricio tuvieron que tomar de nuevo el camino del exilio. De ahí que Matías Ramón Mella y Tejera pasan al bando de Pedro Santana y Francisco del Rosario Sánchez, Félix María Del Monte, Jacinto de la Concha, Pedro A. Bobea y Juan Evangelista Jiménes al bando de Buenaventura Báez. Mientras tanto Pedro Alejandrino Pina, Félix María Ruiz y José María Serra abandonan el país por negarse a colaborar con los bandos antinacionales.

En ese interregno Tomás de la Concha fue fusilado por Santana, mientras que a Juan Isidro Pérez, a quien se le había extraviado la memoria en el tormentoso exilio, por órdenes de Manuel Joaquín Delmonte fue encerrado en una celda del hospital militar junto a un loco furioso de nombre Hilario Girón, quien lo masacró dejándolo manco. Esa es la historia de la cuna de la patria.

En carta de Juan Isidro Pérez a Duarte, en fecha 25 de diciembre del año 1845, desde Cumaná, éste le dice: “Sí, Juan Pablo, la historia dirá que fuiste el Mentor de la juventud contemporánea de la patria; que conspírate, a la par de sus padres, por la perfección moral de toda ella; la historia dirá que fuiste el Apóstol de la Libertad e Independencia de tu Patria”.

El 11 de abril del año 1865, Félix María Del Monte, desde Puerto Rico, contestando una carta de Duarte de fecha 18 de marzo del mismo año, le dice, entre otras cosas: “Tu carta me consuela; es un bálsamo para mi corazón lacerado. Veo en ella destacarse de relieve la gran figura del amigo y compañero de mis primeros años. Me revelas en ella la magnánima generosidad del verdadero patriota, la abnegación del héroe, la fe del mártir…”, para más adelante agregar: “Nuestro digno amigo y compañero Sánchez que tan cordial y entusiásticamente te amaba, murió con la esperanza de reunirse a ti en la eternidad, y yo tengo la dicha de volver a hallarte en el tiempo: aquél terminó ya su gloriosa misión; la nuestra está incompleta. ¿Por qué no estás en el Cibao? Lo comprendo con dolor, aunque nada me dices. Ninguna gloria verdadera se excluye; porque sólo pueden existir rivalidades entre medianías ambiciosas. ¿Es que no hay espacio para el Padre de la Patria y para su Protomártir al mismo tiempo?

Cuando recorremos las páginas de la historia nos encontramos que el clamor se generaliza en torno a la figura de Duarte como el primero entre iguales, es la cima de la virtud patriótica, de ahí que el generalísimo Máximo Gómez Báez en carta que dirige a José Martí, Director del Periódico Patria y que se publica en el mismo el 17 de abril del 1894, dice: “Todos los pueblos de América libre tienen simbolizado en un nombre los esfuerzos, la abnegación y los sacrificios que les costó su emancipación, de la metrópoli europea a que estuvieron mucho tiempo sometidos. Washington simboliza la independencia de la república del Norte, el Cura Hidalgo simboliza la independencia de México, Bolívar y San Martín la de las repúblicas hispanoamericanas del sur. En todos esos países se han alzado monumentos a eternizar el recuerdo de sus libertadores, como tributo de justicia que se les debe. Por eso hoy la República Dominicana se propone pagar la deuda de gratitud que tiene contraída con el benemérito patricio que fundó su nacionalidad, y ha resuelto erigir una estatua que perpetue el nombre de Juan Pablo Duarte”.

Y luego José Martí, al contestar la misiva de Gómez el 17 de abril del 1894, dice: “Y Patria, General, que en el valor de los hombres y en la lealtad de las mujeres ve erguida para siempre en la conciencia dominicana, por sobre tránsitos y apariencias, la vigilancia indómita con que alzó a su pueblo caído el fundador Duarte”.

“Patria, que la contempla aún, creador sagaz, iluminar con la palabra ardiente, acusada de ilusa y demagógica, a la juventud que en las humildades de ¨La Trinitaria¨aprendió de él a desoír el vil consejo de la soberbia acomodada…”.

“Patria, que lo ve urdir, con el poder de su consejo, -y sin más brazos que la idea, madre de brazos,- la rebelión que, de una pechada de héroes, echó atrás al haitiano, tan grande cuando defendía su libertad como culpable cuando oprimía la ajena”.

Es así como nos encontramos con la raíz nacional del patriotismo y la esencia pura de la nacionalidad; y nos confirmamos en la creencia y la convicción de que el ilustre Juan Pablo Duarte es el Padre de la Patria, único e indiscutible.

miércoles, 9 de marzo de 2011

lunes, 7 de marzo de 2011