sábado, 7 de mayo de 2011

El asesinato de Osama Bin Laden

REFLEXIONES DE FIDEL


La Habana, 5 may (AIN) Los que se ocupan de estos temas conocen que, el 11 de septiembre de 2001, nuestro pueblo se solidarizó con el de Estados Unidos y brindó la modesta cooperación que en el campo de la salud podíamos ofrecer a las víctimas del brutal atentado a las Torres Gemelas de Nueva York.


Ofrecimos también de inmediato las pistas aéreas de nuestro país para los aviones norteamericanos que no tuvieran dónde aterrizar, dado el caos reinante en las primeras horas después de aquel golpe.



Es conocida la posición histórica de la Revolución Cubana que se opuso siempre a las acciones que pusieran en peligro la vida de civiles.



Partidarios decididos de la lucha armada contra la tiranía batistiana; éramos, en cambio, opuestos por principios a todo acto terrorista que condujera a la muerte de personas inocentes. Tal conducta, mantenida a lo largo de más de medio siglo, nos otorga el derecho a expresar un punto de vista sobre el delicado tema.



En acto público masivo efectuado en la Ciudad Deportiva expresé aquel día la convicción de que el terrorismo internacional jamás se resolvería mediante la violencia y la guerra. Fue por cierto, durante años, amigo de Estados Unidos que lo entrenó militarmente, y adversario de la URSS y del socialismo, pero cualquiera que fuesen los actos atribuidos a Bin Laden, el asesinato de un ser humano desarmado y rodeado de familiares constituye un hecho aborrecible.



Aparentemente eso es lo que hizo el gobierno de la nación más poderosa que existió nunca.


El discurso elaborado con esmero por Obama para anunciar la muerte de Bin Laden afirma: "¼ sabemos que las peores imágenes son aquellas que fueron invisibles para el mundo.


El asiento vacío en la mesa. Los niños que se vieron forzados a crecer sin su madre o su padre. Los padres que nunca volverán a sentir el abrazo de un hijo. Cerca de 3 000 ciudadanos se marcharon lejos de nosotros, dejando un enorme agujero en nuestros corazones. "Ese párrafo encierra una dramática verdad, pero no puede impedir que las personas honestas recuerden las guerras injustas desatadas por Estados Unidos en Iraq y Afganistán, a los cientos de miles de niños que se vieron forzados a crecer sin su madre o su padre y a los padres que nunca volverían a sentir el abrazo de un hijo. Millones de ciudadanos se marcharon lejos de sus pueblos en Iraq, Afganistán, Vietnam, Laos, Cambodia, Cuba y otros muchos países del mundo.



De la mente de cientos de millones de personas no se han borrado tampoco las horribles imágenes de seres humanos que en Guantánamo, territorio ocupado de Cuba, desfilan silenciosamente sometidos durante meses e incluso años a insufribles y enloquecedoras torturas; son personas secuestradas y transportadas a cárceles secretas con la complicidad hipócrita de sociedades supuestamente civilizadas.


Obama no tiene forma de ocultar que Osama fue ejecutado en presencia de sus hijos y esposas, ahora en poder de las autoridades de Pakistán, un país musulmán de casi 200 millones de habitantes, cuyas leyes han sido violadas, su dignidad nacional ofendida, y sus tradiciones religiosas ultrajadas.


¿Cómo impedirá ahora que las mujeres y los hijos de la persona ejecutada sin Ley ni juicio expliquen lo ocurrido, y las imágenes sean transmitidas al mundo?


El 28 de enero de 2002, el periodista de la CBS Dan Rather, difundió por esa emisora de televisión que el 10 de septiembre de 2001, un día antes de los atentados al World Trade Center y al Pentágono, Osama Bin Laden fue sometido a una diálisis del riñón en un hospital militar de Pakistán. No estaba en condiciones de ocultarse y protegerse en profundas cavernas.


Asesinarlo y enviarlo a las profundidades del mar demuestra temor e inseguridad, lo convierten en un personaje mucho más peligroso.


La propia opinión pública de Estados Unidos, después de la euforia inicial, terminará criticando los métodos que, lejos de proteger a los ciudadanos, terminan multiplicando los sentimientos de odio y venganza contra ellos.


Fidel Castro RuzMayo 4 de 20118 y 34 p.m

miércoles, 4 de mayo de 2011

LA MAGIA DE LA LECHOZA



SANTO DOMINGO. Es una sospechosa conocida en el carrito del "Súper" o en cualquier esquina de la ciudad. La lechosa la tenemos durante todo el año, alegrándonos la vida en una rica batida "K" y facilitándonos algunos momentos íntimos de esos que nadie puede hacer por nosotros.



Posiblemente no sepa que además de favorecer la digestión, la lechosa, o papaya como se le conoce en casi todo el resto del mundo, es un potente antioxidante que ayuda al organismo a defenderse contra el efecto envejecedor de los radicales libres y a prevenir, por tanto, las enfermedades degenerativas.


Destaca por su riqueza en vitamina C (de hecho tiene 10 veces más que la naranja y cinco veces más que el kiwi), y por sus abundantes betacarotenos, por lo que resulta una excelente fruta antiedad llena de antioxidantes. También contiene calcio, potasio y vitaminas A, E, B1, B6 y folato.


"Carica papaya" es el nombre científico de la doméstica y humilde lechosa, perteneciente a la familia de las caricáceas y originaria de los trópicos americanos, especialmente en la cuenca amazónica, el Caribe y Centroamérica. Actualmente se cultiva en los climas tropicales de todo el mundo y posiblemente la gente no conozca que es un verdadero tesoro que puede disfrutar crudo, batido, en dulces, almíbares y deshidratadas; pero también sus semillas para combatir los parásitos intestinales (sobre todo la ameba) y hasta la cáscara, para ablandar las carnes más recalcitrantes…


Contra el Parkinson:

En los últimos años la lechosa se hizo muy popular como remedio papal. El científico Luc Montagnier, conocido por ser co-descubridor del virus del Sida, le recomendó al ahora beato Juan Pablo II, seguir un tratamiento con extracto de papaya fermentada para aliviar los síntomas del Parkinson que sufría en los últimos años de su pontificado. En ese caso, eran los antioxidantes abundantes en la lechosa los que ejercían el efecto curativo. Lo que buscaba Montagnier era contrarrestar la oxidación de las proteínas cerebrales añadiendo antioxidantes a la dieta del papa a través de la papaya fermentada.


Efectivamente, la lechosa es muy rica en antioxidantes -vitaminas A y C - y por ello resulta muy recomendada para prevenir el efecto del envejecimiento prematuro, el deterioro mental, el cáncer y otros problemas degenerativos.


Si tuviéramos que resumir, la lechosa resulta especialmente indicada para problemas digestivos crónicos como la gastritis, gastroenteritis, colitis, estreñimiento, colon irritable y para prevenir enfermedades degenerativas mentales y físicas. También puede ahorrarle un par de años antes de visitar al cirujano plástico.


¡Ya la está mirando con otros ojos, verdad? ¿Qué tal una batida de lechosa para la cena?
Variedad y sustancias

Aunque se conocen un poco más de 50 variedades, las tres más frecuente en el mercado son:
• Golden: pequeñas, de poco más de 1 libra
• Hawaianas, con forma de bombillo y excelente sabor
• Papayón: la lechosa grande, desde 2 libras hasta 10, forma cilíndrica y pulpa rojiza.


Hay dos sustancias que hacen la lechosa una fruta especial:

Papaína: es una enzima que tenemos de forma natural en nuestro jugo gástrico; ayuda a digerir las proteínas y a equilibrar el vaciado gástrico durante la digestión, evitando la acidez y la acumulación de tóxinas, resultando un potente antiinflamatorio.

Carpaína: un alcaloide, que unido a la papaína, actúa sobre el líquido biliar, facilitando la digestión de carnes y otras comidas pesadas, mejorando el proceso de digestión.